En 1972, el cineasta Héctor Ríos filma como parte del equipo de Cine Experimental de la Universidad de Chile, el documental “Entre ponerle y no ponerle”, donde retrata los problemas del alcoholismo en las clases sociales mas desprotegidas. El alcohol, como medio, es utilizado por la burguesía para sumir en la pobreza al proletariado y mantenerlo en el sistema, es la tesis que plantea el documental.
La primera secuencia de la película cuenta con un relato escrito por el poeta Alfonso Alcalde, autor de “Balada para una ciudad muerta” y “La consagración de la pobreza”. En este relato, Alcalde hace un juego de palabras con el hablar popular, desarrollando un monólogo de un alcohólico, que en la película va de la mano con imágenes de bares, shoperías y borrachos.
Hemos rescatado este texto que forma parte de la historia del cine y de la literatura nacional.
Entre ponerle y no ponerle
Texto escrito por Alfonso Alcalde para la película de Héctor Ríos
1972
Oiga, caerse al chuico es cosa seria, compadre. Y encima andar con la caña mala. Y peor todavía cuando se nos calienta el hocico, cuando le empezamos a poner como si fuera acabo de mundo. Y uno empieza con esas cuestiones como “pongan como pa’ bañar caballos” y empieza a correr el tres tiritones, el sonrisa ‘e tigre, y ya no paramos hasta cuando el trago nos llega al gaznate por que…lo demás es vicio.
Y a uno lo cabrean con esa de que “se la hago y se la pago” y uno contesta “hasta mas no verte”, “y pa’ que te hechai” y todas esas cuestiones…hasta que nos empezamos a emparafinar.
Por que uno cree que tomar es de hombre, y “póngase otra corría”, y otra, y otra…por que no falta el que le dice que está de mascarlo y le seguimos poniendo como malo ‘e la cabeza. Después…queda la pura escoba. Pegamos la fallá, le contamos a la perica que se nos pasó la mano…y como uno es un poco tentao, no nos quedamos tranquilos hasta que decimos “le valdría con trago las tripas al compadre”…por que picás no faltan. Ahí tiene “el patas cortas” o “el pestañas con polio” que le maneja el tinto y le dan ganas de ponerse a llorar al tomarlo, de puro bueno que es. Y “donde la viuda”, pues, tenimos rayao.
Y cuando uno se quiere chantar no falta el que lo viene a provocar a uno diciéndole “chi!, que te operaron de la hernia, estrangulao” o “ te operaron del gaznate, caperucita roja” y…y en cima le dicen a uno que es maricón, pues oiga, por que se pasó pa’l otro la’o por que se chanta.
Yo, bueno yo lo pasaba hasta una semana corría allá en las tomas, por que nunca falta uno que dice “a tomar, a tomar, que el mundo se va a acabar”, y cuando volvía a la casa y la perica me preguntaba “negrito, ¿donde estuviste?”, yo le contestaba “chi!, estaría tomando en la Catedral de Lourdes, ¿no?”. Y si me levantaba luego la voz se iba de frisca. Los cabros igual pascual. “Que tienen que meterse en las cosas de uno”, pensaba yo. Y la perica se lo pasaba llorando, oiga, como si le dieran cuerda p ahechar las lágrimas pa’ afuera…y entonces volvía a seguir tomando… ¿por que usted cree que donde “la viuda” no llora ninguna perica?
Asi…así era mi persona.
Y entonces después, le ponía otra vez el hombro en la pega como contratado, Hasta que…mire si pa’ decirle que era como el diablo que aparecía de repente y me decía “oye Lucho, si después de esta no hay otra”, y salía disparao a hecharme pa’ atrás. Y vuelta con la misma cosa…hasta que la perica agarró la olla y los críos, y buenas noches los pastores.
¡Y que me habían dicho!, y vamos tomando.
Claro, amigos nunca faltan. El compadre decía “chi! El declive que te gastai!” y yo sin hacerle asco al bigoteao, total había que ahogar las penas y parecía que las penas habían aprendido a nadar…
Un día…un día casi me acriminé con la perica. Se me borró la película, y después me contaron que quise matarla con un garrote.
¡Y en las pegas, pueh iñor!, en las pegas duraba lo que dura un gusano en el pico de un pavo. Y siempre luciendo las misma huilas, puras hilachas, y con decirle que hasta la nariz ya parecía ampolleta. Si ya casi no le comía. Andaba como el forro, pa’ que le digo, oiga.
Y ahora…ahora me dicen que me canutié, que tengo cara de santurrón, que ando dando la hora, que me falta la chaucha pa’l peso, pero…toi chanta’o.
Si todavía me acuerdo cuando me recogían con pala en la calle, me iba corta’o en cualquier parte. Con decirle que hasta los perros me echaban su meá