La Emergencia de las Putas


El puterío ha logrado un significativo avance en su proceso de empoderamiento cinematográfico. Recientemente, además de su presencia en personajes, alcanzó el protagonismo en los nombres de algunas producciones locales. “Santas putas”, “Hijoe’ puta” y “Te creís la más linda (pero erís la más puta)” han hecho que en un año la historia del cine chileno pase de cero a tres putas inscritas.

Perra, zorra, guarra, mujer de la noche, de la vida, de la mala vida, de la calle, callejera, aventurera, ramera, mujerzuela, cabaretera, cualquiera, golfa, prostituta, maraca, camboyana, cortesana, vietnamita, bataclana, casquivana, suripanta, meretriz. Un poco puta. Media puta. Entera de puta.

¿Puta para quién?, ¿puta por qué?

Puta por oficio o porque a alguien se le antojó decirlo así o en cualquiera de sus tantos sinónimos -nacionales, animales o en desuso-, decírtelo o decírselo a otro o escribirlo por ahí junto a un nombre -tú nombre o mi nombre quizá- y un dibujito cochinón para espantar las dudas. Escribirlo por ahí, tal vez, en la pared de un baño, en una mesa, en el asiento de una micro, en el letrero de un paradero o en el nombre de una película.

Nunca en la historia del cine chileno la puta se había colado en un título. Personajes de prostitutas habían existido muchos, pero jamás se había escrito la palabrita esa en medio del cartel, así con letras grandes. Hasta este año, cuando aparecieron en pantalla tres producciones locales que la llevan bien metida en su nombre.

Ficción y documental; largo, corto y mediometraje, el puterío se metió nominalmente a la historia del cine chileno en todos sus formatos. Dos directoras mujeres y un hombre se encargan en sus producciones de abordar el tema desde el prejuicio que cataloga injusto, el estigma que se hereda y la impotencia masculina.


Putas por error
“Le dijo que en Santa Teresa estaban matando putas, que por lo menos demostrara un poco de solidaridad gremial, a lo que la puta le contestó que no, que tal como él le había contado la historia las que estaban muriendo eran obreras, no putas. Obreras, obreras, dijo”. La cita es de “2666” de Roberto Bolaño, pero se aplica casi perfecto a los 14 femicidios de Alto Hospicio, aunque ahí a las que violaron y mataron fue a jóvenes pobres. Jóvenes pobres y no putas, una diferencia que el gobierno, la policía, los vecinos y los medios tardaron dos años y medio en descubrir.

“Santas putas” es un documental de Verónica Quense que muestra la cadena de errores que permitió durante esos dos años y medio sostener como versión oficial que habían desaparecido para prostituirse. A través de cinco familiares de las víctimas, el documental construye un relato que no tuvo cabida en la prensa, un relato que impacta a pesar de sus deficiencias técnicas por visibilizar el horror del error y mostrar que “el lugar más peligroso para habitar es el de: mujer, joven y pobre”, según expone la propia sinopsis del documental.

Mujer, joven y pobre es la definición de puta que desenmascara la cinta, de ahí la parte prostibularia del título. Lo de santas, en palabras de su directora, surge “a partir del relato mismo, no es un invento, es un hecho. A las niñas asesinadas se las trató de putas mientras estaban desaparecidas y luego de muertas comienzan a ser adoradas como santas (tal vez para enmascarar la culpa por haberlas maltratado o como si la muerte fuera un medio para limpiar alguna suciedad innata a la mujer)”. Y el mismo documental muestra como la muerte no limpia a la única sobreviviente, que rápidamente pasa a ser en el discurso una perdida, una drogadicta, una puta, incluso para los familiares de las niñas que también habían sido acusadas de serlo.

Puta madre
“Hijoe’ puta” es un cortometraje que estuvo a punto de no llamarse así. Su directora, Carola Quezada, tuvo más de un motivo para cuestionárselo. “Al comienzo cada vez que teníamos que presentar los avances del corto se producía un poco de pudor entre los profesores, el que entendíamos con el equipo, y del que tendríamos que acostumbrarnos con quien se nos pusiera en frente y lo dijéramos. Por lo mismo pensé en algún minuto cambiarlo, ya que era complejo conseguir auspicios o respaldos con ese título. Pero luego de una reunión con el equipo exclusivamente para ver este tema decidí dejarlo porque así había nacido y no podía cambiárselo, ya que todo lo que envolvía el concepto, lo que transgredía, las contradicciones que generaba y lo que provocaba, no podría encontrarlo con otro”.

Con su nombre original, “Hijoe’ puta” se ha exhibido en el Centro de Extensión del Consejo de Cultura, en la Cineteca Nacional, en el Teatro Mauri y en el Corner Film Festival de Cannes. Gracias a esta última participación el corto fue invitado a participar en Zambia, en un festival a favor de la defensa de la infancia. ¿Por qué? Porque “Hijoe’ puta” no trata sobre un maldito desgraciado, sino sobre El Pelao, hijo de Romina, una prostituta pobre mucho más cerca del Dancing Club de la Miseria que de un glamour emplumado y con tacones.

En esta obra, la puta es antes que todo una madre, una que se esfuerza por darle lo mejor a su hijo a pesar de la falta de oportunidades y del estigma de su oficio. “Me era fundamental mostrar la fortaleza de un niño para dar la cara ante una sociedad crítica que apuntala con el dedo. Me es complejo definirlo, pero me era primordial que no fuera un niño que se avergonzara, sino que este punto de quiebre en su vida fuera de algún modo enfrentado, que diera la cara para reflexionar frente a la vulnerabilidad de la infancia”.


Putas todas
La más popular de todas las putas titulares es, hasta ahora, “Te creís la más linda (pero erís la más puta)”. La película de Ché Sandoval ha participado en una decena de festivales y ha ganado premios en el Festival de Cine de Viña y el de Cine B de Santiago. Y si la prensa fuera un baño público, esta cinta es la que tendría más rayados, porque apareció por todos lados. Ni los blogs ni los críticos quedaron indiferentes ante su nombre.

Alberto Fuguet, por ejemplo, al referirse a la película en su blog escribió que tenía “quizás el título más alucinante, perfecto, sonoro, comercial y, luego de ver el film, acertado en décadas”. Mientras que Antonella Estévez de Cinechile.cl fue menos optimista “su título le juega a favor y en contra. A favor, porque esa irreverencia punk resulta atractiva en primer momento, logrando captar la atención de una audiencia posible. En contra, porque en el proceso termina creyéndose el cuento. No es la más linda, no es la más puta. Es solo una más”.

El título prostibulario y un poquito ofensivo parece ser el mayor responsable en la popularidad de la película, lo que se demostraría además en que la fórmula estaría dando pie a algo así como una saga para exprimir la ocurrencia, porque Ché Sandoval ya trabaja en otro “Te creís la más…”. Pero en esta, la primera, el personaje al que se le dedica el título es Valentina, una guapa estudiante de teatro que acepta follar a la primera con el protagonista. Según la película, Valentina es puta porque tiene sexo con quién se le antoja, puta porque el protagonista no puede tirársela bien, puta porque insatisfecha puede meterse con otro, puta por libre, puta por los miedos e incapacidades del protagonista.

Tan pero tan puta, que la idea se intenta reforzar con una escena en la que el protagonista conversa con una prostituta de oficio - con zona, vestuario, tarifa y actitud definida- y le dice que son más putas las que no trabajan como ella, las que hacen lo mismo pero gratis, porque no eres lo que haces por plata, sino que por gusto. “Tengo amigas 1.000 veces más putas que tú”, dice mientras jura que igualar el placer mujeril al puterío es tremendo elogio.