La cita del título no es ni por el terremoto, ni por los mapuches torturados en el sur de Chile, ni por las miserables condiciones de los reos, ni de la asquerosa desigualdad entre empresarios y trabajadores. El 2010 fue uno de los años menos alentadores en cuanto a producción fílmica, no necesariamente por el público que asiste cada vez menos a un complejo cinematográfico y los huérfanos de aquel sistema fundamentado en el consumo de entradas, cabritas, bebidas gaseosas de fantasía y paletas dulces, sino por la relación cantidad de películas producidas versus calidad de las propuestas.
Un subgénero parece tragarse los estrenos comerciales y los festivales de cine: el cine cuico. Son muchas las películas hechas por la elite y para la elite. ¿Cómo reconocerlas? Dramas auto referentes y egoístas, entre cuatro paredes, generalmente historias de quiebres amorosos y que son deleite del alto arte, aquellos que aún creen en los museos, palabra que rima con mausoleo.
Otro subgénero es la película exotista. Santiaguinos filmando en regiones historias con ojos citadinos, alabanzas al capital y algún chiste pobre sobre pobres.
En este espectro, es bastante poco lo que podemos rescatar de las mas de treinta películas estrenadas este año, pero si podemos concluir que la especificidad comienza paulatinamente a apropiarse de espacios otrora llanos, para desde ahí plantear reflexiones complejas y especializadas sobre determinados temas. Ahí es donde la modestia fílmica aparece, y ya no es necesario un estreno comercial, ni alfombras rojas, ni pasajes de avión. Solamente es necesario una (buena) idea en la cabeza y una cámara en la mano.
Así, lo rescatable de este año son películas híbridas, que hace rato dejaron de lado la pugna ficción versus documental, y se definen como indefinibles e inabordables para la crítica, pero representativas de lo que efectivamente está pasando en el país.
“Mitomana” debe haber sido el estreno más relevante de 2010: sin llegar a salas comerciales, circuló en Cine Clubes y Universidades, incluso algún festival, planteando una propuesta vanguardista, amarga, experimental y soez. No es una película fácil este relato fílmico en clave de falso documental sobre una actriz que debe interpretar un papel en una película filmada en las poblaciones periféricas de Santiago, sino que en sus errores aparecen aciertos formales y cada vez más complejos respecto a los anteriores films de José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola, sus directores.
Otros hitos del 2010 son “Noticias” de Bettina Perut e Iván Osnovikoff, un “no-documental” que explora como ninguna otra película nacional los límites de la forma fílmica y la sensación humana, así como conmover al espectador a partir de lo eminentemente audiovisual. “Noticias” debe ser la película mas madura de esta dupla de realizadores, pero también la mas moderada, lo que sintomáticamente la hace mas provocadora.
Otros documentales importantes de este año son “Pablo de Rokha, el amigo piedra” de Diego Meza Soto, quizá el único documental biográfico de un poeta que trasciende las entrevistas para ahondar en un verdadero prócer de la poesía popular chilena. Cayéndose de la lista quedarían “El edificio de los chilenos”, que a pesar de su propuesta formal bastante conservadora y una muy tibia reflexión sobre la izquierda chilena, es a pesar de todo un valioso documento sobre una parte de la historia chilena que se quiere borrar: la de aquellos niños que fueron dejados en custodia en Cuba mientras sus padres luchaban en contra de la dictadura de Pinochet. La épica del proceso termina por consumir una velada crítica al rol político de una izquierda que vista en dicha perspectiva hoy en día no hace sino revolcarse en sus propios errores, reflexión que la película simplemente desecha.
También es importante mencionar a “Nosotros” de Marcelo hermosilla y Cristóbal Cohen, quienes han venido desarrollando una serie de silenciosos documentales como “Por sospecha de comunista”. “Nosotros” es un relato sencillo pero amargo que relaciona la tercera edad con la decadencia de la urbe, develando un melancólico anhelo del pasado tranquilo de los pequeños barrios de una ciudad que nos despojaron para siempre.
En el panorama latinoamericano se ha hablado mucho de Nicolás Pereda, una especie de “revelación” del cine autoral independiente. Sin embargo hemos preferido seleccionar como la mejor película latinoamericana 2010 a “La Vida útil”, de Federico Veiroj, tanto por su planteamiento modesto como por la complejidad de temas emanados de una historia tan sencilla y tercermundista. El cotidiano de nuestro continente aflora en cada palabra, cada plano y cada mirada de los personajes entrañables que pululan a lo largo de los escasos setenta minutos que dura la película.
Otra película que nunca traerá el mercado, pero que si pudimos ver en el reciente Festival Internacional de Viña del Mar fue “Hermano”, candidata al Oscar por Venezuela y dirigida por Marcel Rasquín, y que es un relato sobre dos hermanos que son descubiertos por un cazatalentos de fútbol y que los invita a probarse en el Caracas Fútbol Club, sin imaginarse que en medio de esta oportunidad ocurrirá una tragedia que los obligará a decidir qué es lo más importante para ellos.
Hoy, que se vive una sobreexplotación de Festivales de Cine en nuestro país, quizá nos de la oportunidad de ver más cine latinoamericano, pero no necesariamente mejor. Así, evidentemente el sistema ha caído también en el consumo y la vaguedad que significa anteponer la cifra antes que el contenido muy en el estilo de Piñera. Sin embargo, en las fracturas esperamos seguir encontrando “pequeñas” obras que se cuelan en la maraña del consumo y la vanidad que inunda los espacios de exhibición de cine.