De algo que está plagado el cine chileno es de parasitismo, en todos sus ámbitos. Desde el lenguaje, la dependencia financiera de fondos concursables, la dependencia técnica, su forma de tener los ojos puestos en los grandes mercados de Latinoamérica. “Mitómana” trata de eso, sin y dándose cuenta de ello.
La historia abre con una actriz, que discute contra un payaso que se hace pasar por Tilusa, en una actuación decadente “de un mimo que habla”, pero el verdadero ají en el poto para Janny (¿o Nora?) es que ella sabe quien fue el verdadero Tilusa.
Él no es Tilusa, se hace pasar por Tilusa. Tilusa se tiraba en contra de Pinochet, Tilusa criticaba, Tilusa luchaba… realmente ya no existe Tilusa. Ahora muchos nos disfrazamos en esta época y decimos ser Tilusa. La protagonista se vuelve loca, tiene una combustión espontánea dentro de un camión con nitroglicerina y muere después de anemia, así que esto no sirve.
Entonces la película se concentra en nuevos personajes, una actriz que tiene que hacerse pasar por enfermera en el policlínico, un hombre que vive con su madre.
Paola Lattus acostumbrada a ser vista en películas con presupuesto más (o demasiado) abultados, nos da un personaje que tiene muchas diferencias con Nora, quien era un personaje eléctrico y fuerte que nos tenía acostumbrado el cine de estos dos directores.
Nora era confrontacional, con actuaciones avasalladoras llenas de rabia por cómo funciona este sistema y como la sociedad se resigna. Lattus es un personaje que trata de entrar a este submundo tan distante, pero que sus trabajos anteriores la identificaban como si perteneciera a éste.
¿Sabía UD. que si tira un misil hacia el sol, este lo repele y lo deja rotando alrededor de él como otro planeta? Eso ocurre cuando también uno quiere ingresar a un submundo al cual no pertenece; nuestra soberbia incluso no nos hace asimilar ni comprender que tan grande es el sol. Lo vemos todos los días del tamaño que se ve, creemos que debe ser grande, pero no lo asombrosamente grande que es; por eso Ícaro lo desafió…
Paola Lattus con sus alas va aleteando por ese entorno, de a poco la cera se derrite con la fuerza, enfrenta este infierno pero no lo pelea… más que mal por mucho que sufra, mientras más tolere y esto pronto termine, volverá a casa.
La historia paralela es el otro protagonista, quien vive con su madre. Esta sociedad chilena moderna desde sus proto-etapas ya estaba empezando el concepto de la familia dual (madre e hijo). Las casas con una mesa de 2 sillas, extrañamente las otras se han ido perdiendo, rompiendo… pero al final sólo se parchan dos.
Separadas, viudas, madres solteras, esposos que tienen que trabajar lejos o simplemente él se fue. ¿Cómo educo a ese niño? Eso creó una nueva generación de mujeres, aguerridas, madres-padres a la vez. Muchas se reprimieron como persona y pasaron a ser una figura sagrada… sus hijos tienen que aprender de ella tanto a cazar como a ser hombres, eso de algún modo debe crear una admiración que cae en el edipianismo y una dependencia mutua levemente parásita, una dependencia que el hijo siente que si se va, su madre quedaría sola en el bosque y su madre cree este cachorro será devorado por el bosque. Alguien tiene que dar ese giro o alguien tiene que morir, si no ésta coexistencia parasitaria sólo lleva al estancamiento.
La rémora es uno de los mejores ejemplos del parasitismo. Se puede considerar un pez emprendedor, ya que se alimenta con restos de los desgarradores mordiscos que da el tiburón al masacrar un especimen inferior a éste. Indirectamente el parasitismo, si hablamos con otros peces en nuestras juntas náuticas de fines de semana, podemos hablar de que comemos -como los tiburones- y avanzamos por el océano igual de majestuosamente como ellos. Pero incluso él mismo sabe que es un parásito y que si no fuera por ello, moriría, no avanzaría y sería parte de la dieta o hasta presa de quien pecha… pero por eso psicológicamente a la gente nos gusta maquillar nuestro parasitismo de otras formas y así tratar de vivir mirando hacia horizontes pintados con papel lustre. Los personajes de esta película son parásitos de diferentes modos, terminan volviéndose parásito por que no encuentran una forma de encajar en la sociedad, terminamos siendo actores de nosotros mismos… ya que da la sensación de que cada vez nos volvemos en un ejecutor, en vez de un protagonista de nuestras propias vidas, necesitamos que nos etiqueten, nos etiquetamos, creamos para ser catalogados y nos vestimos acorde a lo que nos pidan hacer. Tratamos de no llamar la atención, ya que cada vez tratamos de ser más manada que lobo estepario.
Carolina Adriázola y José Luis Sepúlveda, ya nos dieron un golpe a la cátedra que fue para muchos el Largometraje “El Pejesapo”, también directa o indirectamente existe la participación del otro en sus trabajos individuales. Este film logra una combinación de ambas búsquedas que tienen estos realizadores en el momento de la creación.
Entre estas búsquedas que van más allá de ser un documental poco documental y una ficción no tan ficción. Cabe cuestionarse la veracidad y consistencia de muchos códigos de éstos, que para algunos más que alternativas de uso, pasaron a ser axiomas.
Incluso hasta sentimos que para algunos el cine experimental le da una metodología establecida… “Mitómana” entiende cómo el curso natural de las cosas es tan caótico (aunque catedráticos siempre tratan de darle geometría) y depende de tantos factores que darle libertad a éstos es la mejor forma de forzar la búsqueda al extraño divagar que nos da la verdad. Más que mal, la verdad es como una aproximación de la función “x dividido por cero”… por eso la mejor forma de buscar esta utopía que es la verdad absoluta, es tratar de aproximarse a la sinceridad de lo que uno quiere expresar como también entiende del medio del cual uno va exponer.
De apoco que avanza el cuestionamiento y el juego de realidad con la ficción, mientras los personajes cada vez pierden mas su rol, cuando el personaje de Paola Lattus entiende que su rol de ente parásito sirve para la vicaría de la esperanza y no para realmente participar en este lugar olvidado por los poderes fácticos (¿o fachicos?).
Donde se muestra como en un día de la nada despiertan con una carretera que ellos nunca usarán, pero que tiene que estar por el progreso, ese progreso que ellos lo ven contrastado con esa comisaría vacía, con esos peladeros que no se parecen a esos aerodinámicos edificios de la facultad de economía de la PUC, es el momento que se tiene que apagar la película y empezar la acción.
¿Es un plato flameado que se come sin apagar?
Sí… una película que aprendió por que convive con los hechos y no con visitas esporádicas a un mundo dantesco como acostumbra hacerlo un subsecretario de cartera o ese joven con guitarra de palo que va repartir un pan con mortadela, pero que no se lo comería ni en 3 días hambreado. Una de las cosas que dan más vuelta después de ver este film, es que aunque pasen cien años, seguirán esos peladeros todavía con mas maleza, habrán mas falsos Tilusa, las rémoras usarán el terno que vende Iván Zamorano, muchos seguirán diciendo que son tiburones, el vodka se confundirá con agua y el discurso-planteamiento de “Mitómana” será tan valido como lo es hoy.