10 Grandes Películas del Cine Chileno

Los recuentos Bicentenario nos tienen bastante atosigados. Sin embargo, como no estamos de acuerdo con la historia oficial replicada, hemos querido hacer nuestro propio canon.
Las siguientes diez películas pueden no ser las mejores, pero de seguro son las que mas nos provocan y llevan a entender que existe un cine con identidad, cuestionador pero a la vez enraizado en nuestra sociedad.

La selección se hizo con el único criterio de escoger películas renovadoras, frescas, importantes y sólidas. No convocamos a expertos ni estudiosos del tema para desarrollar esta lista, sino que simplemente surge de la reflexión de equipo, que ha considerado las siguientes películas como las mas importantes de nuestra historia.


1. La Batalla de Chile, Patricio Guzmán (1973-1978)
Es la gran película que describe con un detalle y frialdad asombrosa los últimos días de la Unidad Popular, cuando ya se fraguaba el golpe de estado que propinarían los militares y la derecha, y que significó la muerte y tortura de miles de chilenos. Traspasar ese clima hostil y agitado al cine se logra con la genial mirada de Jorge Müller, camarógrafo del film y posteriormente hecho desaparecer por agentes de estado, y luego obtiene forma con el montaje que realizara Pedro Chaskel en el exilio en Cuba. Se trata de una película monumental no solo por su duración, sino que por su contenido que mezcla una hábil forma con un sentido de la lucidez inédita para un acontecimiento histórico de tamaño desenlace.
La película, que ha sido reconocida internacionalmente con premios y muestras, no se ha dado nunca por los canales de televisión en Chile, quienes si han usado fragmentos de sus imagines para ilustrar reportajes, sin pagar un centavo por derechos de exhibición.

2. Venceremos, Pedro Chaskel y Héctor Ríos (1970)
Una de las películas olvidadas y relegadas dentro de los grandes hitos del cine nacional es “Venceremos”. La distancia entre unos niños que recogen su comida de un basurero contrapuesto a unos aburridos millonarios que se distraen con un concurso de perritos, debe ser una de las secuencias mas crudas y violentas del cine nacional, y que no se vale de disparos precisamente para hablar de la violencia de un país clasista e injusto. “Venceremos” debe ser la única película que a partir de un experimento formal, retrata la marginalidad, la pobreza, pero también la esperanza de un pueblo pobre pero que ríe cuando está feliz: la película concluye con las únicas imágenes existentes de las celebraciones populares tras el triunfo de Salvador Allende en 1970, lo que le otorga además una carga histórica y épica que ya sabemos como concluyó.
“Venceremos” fue fotografiada por Héctor Ríos y con el montaje de Pedro Chaskel, acompañados por el sonidista Leonardo Céspedes. Una película modesta, sencilla, pero intelectualmente inquieta y experimental en un lenguaje audaz y directo.

3. Queridos compañeros, Pablo de la Barra (1976)
Nunca estrenada oficialmente en Chile, “Queridos compañeros” debe ser una de las películas que mejor retrata los cambios dentro de la izquierda chilena. Un retrato que aborda la mirada desde los ortodoxos comunistas hasta los jóvenes miristas que optan por la revolución armada. Notable relato que se ve truncado por el golpe de estado y obliga al director a exiliarse en Venezuela donde recupera la película y puede sonorizarla y montarla.
“Queridos Compañeros” ha gozado del silencio del medio cinematográfico chileno. Exhibida en el Festival de Viña del Mar del reencuentro, quedó relegada a un circuito tremendamente cerrado, a pesar de ser una inflexión no solo de la izquierda como lectura política, sino mas bien de los cambios sociales populares y la aniquilación de la organización social. Vista hoy, es redescubrir el Chile que no podría existir hoy, plagado de celulares, twitter y realitys. Eran otros años, donde los pobladores tenían no solo voz y voto, sino que conciencia de clase.


4. Cien niños esperando un tren, Ignacio Agüero (1988)
La historia habla de los atropellos a los derechos humanos, la tortura y la violencia de estado. Sin embargo, la historia pocas veces aborda a quienes veían con ojos de niño estas aberraciones. “Cien niños esperando un tren” está filmada en plena dictadura, y a partir de las clases de cine que realiza Alicia Vega a niños de las poblaciones marginales de Santiago, se plantea la fractura que vive un país colmado de agentes de estado, vigilancia y represión.
Es tan fuerte el clima hostil, que se filtra por medio de los dibujos o el vocabulario que emplean los niños, pero también adquiere aires metafóricos cuando los niños van al centro de Santiago y son libres, libres de su condición marginal, pero a la vez libres del asfixiante mundo en que se ven envueltos.

5. Tres tristes tigres, Raúl Ruiz (1968)
Raúl Ruiz debe ser el único cineasta que no tiene ópera prima. Lo que mas se acerca a ello es precisamente “Tres Tristes Tigres”, que en estricto rigor es su tercera obra, ya que antes había realizado “La Maleta” (1964, pero montada recién en 2008) y “El Tango del Viudo” (1967,montada pero nunca sonorizada), además del experimento no concluido “El Regreso” (1968) realizado junto al mítico Lautaro Murúa y del que nadie recuerda mayormente la historia.
Junto a “Palomita Blanca” (1973) y algunos pasajes de “Nadie dijo nada” (1971) son quizá las grandes películas de una dispareja filmografía chilena que no da luces de lo que continuaría haciendo en Francia años mas tarde, filmografía ensalzada hoy precisamente por el redescubrimiento de un cineasta en aquellos años marginal y que no daba luces de convertirse en la estrella que es hoy. Los “Tigres” reúne la simpleza de una primera película, pero añadiendo la cultura popular urbana como marco para una pieza insólita, violenta, divertida y punk. Con la cámara en mano del gran Diego Bonacina, uno de los maestros de la fotografía en Chile hoy injustamente olvidado, la película tiene la virtud de adentrarse en el habla, en las malas costumbres, en la musicalidad del hablar marginal, en la clase media baja, en el pituto y el arribismo. Es, ante todo, un retrato de chilenidad mas fuerte que los experimentos folclóricos de Germán Becker que entendían lo popular como disfraz de huaso Quinchero.

6. A Valparaíso, Joris Ivens (1964)
La pobreza puede ser terriblemente digna, poética y noble. Eso nos plantea el “Holandés errante” Joris Ivens, que invitado por la Universidad de Chile filma uno de los documentales mas importantes que se hayan realizado en nuestro país. Un kaleidoscopio de situaciones insólitas que en solo 20 minutos retratan el puerto de Valparaíso con todas sus contradicciones, formales y conceptuales. Un puerto donde los ricos están abajo y los pobres arriba, donde las escaleras pueden dar a ninguna parte o con el mundo entero sintetizado en los nombres de los hoteles.
Injustamente, nadie habla de esta película ni del aporte de la Universidad de Chile en el campo del cine, en este caso particular trayendo a un documentalista de primera línea y financiando una película-taller. El caso es triste: las copias chilenas de “A Valparaíso” se las robaron de la Cineteca Universitaria cuando esta se encontraba prácticamente abandonada en los años noventa, desconociéndose actualmente su paradero. Hoy redescubierta, debe ser el cuadro impresionista mas complejo, el tesoro mas rico que se puede encontrar en nuestra cinematografía.

7. Valparaíso, mi amor; Aldo Francia (1968)
El doctor Francia, que comenzó autodenominándose como un cineasta aficionado, brinda en 1968 la que sería una de las películas mas activistas sobre las injusticias sociales de nuestro país. Filmada en un dramático blanco y negro, las calles de Valparaíso parecen laberínticas cárceles donde los pobres nunca dejaran de serlo, y los poderosos nunca dejarán de aprovecharse de ellos. Aldo Francia descubre historias en los niños que llevan el agua en el cementerio, en los ladrones de ferias, en las niñitas que cantan en las micros, en los traficantes de carne. No los juzga, sino que se pone de su lado, saca la cámara a la calle y nos habla del lumpen, de los flaites, de los pobres, de los choros, de los cumas, de los longis.
“Valparaíso, mi amor” ha sufrido el mal de “Los Beatles”: se les lavó la imagen, se les despojó de su carga crítica y se les instaló como ícono blanquecino. La inclusión en nuestra recopilación trata de hacer justicia con una película ruda, marxista y cristiana, revolucionaria como tiene que ser el activismo cinematográfico, austera pero pretendiendo ser un espejo de la sociedad y que ella tome conciencia de que vivimos una constate lucha de clases, aquella que propone el poder asfixiando a los nadies que subviven en lo alto de los cerros de Valparaíso.

8. El Húsar de la Muerte, Pedro Sienna (1925)
Discutible su inclusión. El mercado terminó por mandar al tacho de la basura la numerosa producción de películas mudas realizadas en nuestro país, por lo que no podemos comparar al “Húsar” con las otras realizadas en el periodo.

La existencia de esta película es producto en parte del azar, pero en gran parte de que llegó a las manos de gente entendida. A fines de los años cincuenta, se le ofrece al documentalista Sergio Bravo, entonces trabajador de la Universidad de Chile, una copia en 35mm nitrato proveniente de los años 40 de un film mudo. Revisado en detalle, resulto ser una copia de “El Húsar de la Muerte” a la cual le habían quitado los clásicos intertítulos de las películas mudas reemplazados por unos textos superpuestos a la imagen, además de cortar una parte de ella para insertarle una dudosa banda musical. A pesar de ello, se pudo realizar el rescate y la restauración bajo el apoyo de la Universidad de Chile, gracias a los que podemos ver hoy esta película.
Despojada de sus cualidades discursivas, “El Húsar de la Muerte” se ha presentado en innumerables eventos gubernamentales exhibiendola como una anécdota de nuestro cine. Sin embargo, el rescate del líder guerrillero que trata de liberar a un país de las garras del imperio extranjero (¿no suena conocido?), y que se vale de las armas mas exóticas para lograrlo, como el engaño, la mentira, el disfraz, el sarcasmo, suele quedar relegado y escondido. “El Húsar de la Muerte”, mas allá de ser un documento de época, es una película fresca, con su cariz guerrillero, con la comicidad de un brillante Pedro Sienna en el momento estelar de su carrera fílmica. Ver hoy día esta película no es un acto de romanticismo, sino que de resistencia al olvido y de valorización de nuestra cinematografía.

9. El Chacal de Nahueltoro, Miguel Littín (1969)
“El Chacal de Nahueltoro” es quizá el epicentro de la producción fílmica de la Universidad de Chile en los años sesenta. Hoy, nadie habla de ello, colgándose de la monstruosa persecución que realizó la dictadura del epicentro por antonomasia de las ciencias y las humanidades del país. La Universidad de Chile, aquella que era gratuita y nacional, hoy debe responderle al imperio del mercado universitario que es dominado por un pequeño puñado de multimillonarios que no dudan en pasar películas como “El Chacal de Nahueltoro” en sus clases como un ejemplo de buen cine. Releer el “Chacal” es una forma de releer la eclosión cultural que encabezó la U en los años sesenta, pero a la vez de entender que fue cortada de raíz precisamente por contener la vanguardia de aquellos años, y que ha sido explotada por mercenarios del capital y oportunistas que no dudan en citarla en cuanta cena burguesa se hable de historia del cine chileno.
La Dictadura obligó a que gran parte del equipo que realizó esta película partiera al exilio: Miguel Littín emigró a México y luego a España, Pedro Chaskel y Nelson Villagra a Cuba, Héctor Ríos a Venezuela, Fernando Bellet y Sergio Ortega a Francia. Otros, como Luis Cornejo, quedaron cesantes por su militancia política.
Pero no solo eso. Está la maravillosa fotografía de Héctor Ríos, que retrata el alcoholismo, la miseria pero también la alegría proletaria citando las fotografías de Antonio Quintana. Está el montaje de Pedro Chaskel que hace un relato cronológico de la muerte de un hombre que nació sin futuro y que casi como un video clip –quizá referenciado de las películas de Santiago Álvarez- transmite la sensación de un borracho en la secuencia del prostíbulo de manera magistral. Está Nelson Villagra interpretando a los pobres de nuestro país, que lentamente avanzan al patíbulo aunque salgan de la condición en que el sistema los sumerge. Está Fernando Bellet, el “maestro Bellet”, que estratégicamente prefiere ubicarse como Asistente de un, entonces, muy lúcido Miguel Littín que tiene la sensibilidad para hablar del hombre, de la patria, de lo popular, pero en clave cinematográfica. Lejos, la película de ficción mas trascendente del cine chileno.

10. El Pejesapo, José Luis Sepúlveda (2008)
Incorrecta, mal filmada, con pésimo sonido, mal iluminada, con escenas muertas. Sin embargo, “El Pejesapo” debe ser lo mas iluminador que ha dado el cine digital en veinte años de historia. Por fin una película que deja de hablar en primera persona con problemas apocalípticos dentro de una habitación. Por fin el cine pasa a ser una herramienta y un discurso. Colmada de imperfecciones, “Pejesapo” es pura actitud, es retrato de los márgenes y del dolor de no poder salir del agujero que se llama pobreza. El sinsentido de estos seres que deambulan tratando de encontrar una oportunidad en un sistema maldito y banal hace que esta sea la única película moderna que realmente podría pasar a la historia.



Bonus track

11.Caliche Sangriento, Helvio Soto (1969)
Helvio Soto no fue un gran cineasta. Autodefinido en una línea de cine político, su gran película fue formar a una generación entera de estudiantes inculcando las ganas de hacer lo que consideraban que debía hacerse.
Su mítica “Caliche Sangriento” abusa del discurso, es cierto, peor logra con dos pesos hacer de una odisea en el desierto, un inquietante relato del sinsentido de la guerra, del armamentismo y de todas esas cosas que terminaron por enviarlo al exilio tras el golpe, así como perder su nacionalidad.
“Caliche Sangriento” sigue siendo hoy una película que no se exhibe comercialmente en ninguna parte, sigue siendo molesta, tal como lo fue para la Democracia Cristiana y para los militares en 1969, cuando no pasó la censura y debió acogerse a diversas causales para llegar a ser exhibida, pero a la vez obviada por la prensa, no así por el público. “caliche” tiene el valor de tocar a los héroes, violentar la mirada oficial de los mártires de la guerra del pacífico, peor por sobre todo, tiene el valor de tratar de cobardes a los empresarios que desencadenaron una de las matanzas mas crueles entre países hermanos y vecinos.